El pasado lunes 28 de diciembre tuvimos el placer de presentar Hormonautas, de Paz Monserrat Revillo, en la Llibreria la 2 de Viladrich en Tortosa, situada en carrer de Cristòbal Despuig, 22. La propia autora nos hace la crónica:
La publicación de un libro lleva asociada una promesa de excitantes experiencias por venir. Luego llega la realidad y no te defrauda en absoluto, solo que —aviesamente— te sorprende sustituyendo las fantasías de empalagosas famas y rampantes entradas en el olimpo de la literatura por experiencias muchísimo más terrenales y valiosas.
En mi caso, y hasta el momento, la publicación de Hormonautas ha supuesto una ristra de prodigios entre los que se cuentan: el impresionante prólogo de Beatriz Alonso, una performance de ese prólogo por parte de María José Lemes para quitarse el sombrero, la colaboración desinteresada de amigos y conocidos (Iván Teruel, Miguel Ángel Flores, Rosana Alonso) en la presentación en sociedad de mis cuentos, el saber que el libro estará en las estanterías de Ana María Shua, y sobre todo, el impensable mensaje de solicitud de amistad en el Facebook de mi hija pequeña.
Solo con eso ya se hubieran sobrepasado todas mis expectativas. Pero para lo que ocurrió en Tortosa no podía estar preparada. Nadie puede estar preparado para asimilar lo que allí pasó. ¿Y qué es lo que pasó? Pues que en la Librería Viladrich, sección papelería, ante un fondo de carpetas y libretas de colores básicos y brillantes, se reunió un montón de gente de referencia en la vida de la autora (la autora se distancia durante unas líneas de la primera persona para verlo con perspectiva y contener la emoción). Toda su familia (padre lúcido y nonagenario, hermanas, cuñados, hijos, maridos, sobrinos…), parte de la pandilla de la adolescencia, conocidos, antiguos vecinos… y una nutrida representación de las compañeras teresianas de la clase de la señorita Mari Cruz (¿Profesora de BUP? ¿De COU? No, ¡Era la profesora de primero de EGB!). Allí estaban todas esas niñitas convertidas en unas cincuentonas vitales y desmelenadas. Igual que la autora, que en esa ocasión (según su hijo) casi se le fue de las manos la presentación con tantas risas, complicidades y cachondeos.
Y es que no hay mejor cemento para la vida afectiva que compartir a un exhibicionista en una infancia con uniforme de cuadritos. Allí estaban todas las protagonistas de “Paisaje de infancia con exhibicionista de fondo”. Dos de ellas (Yolanda Fernández y Luisa Fuentes) leyendo el relato, las otras recordando y levantando la mano cuando se preguntó quién se acordaba de “Dinototo”, confirmando de esta manera que no se trataba de una leyenda urbana. Si además otras dos de aquellas compañeras de pupitre (Cinta Daufí y Esther Villalbos) se prestaron a hacer de presentadoras y consiguieron combinar en su exacta medida locuacidad con sabiduría, la cosa se pone aún más emocionante. Para terminar Miquel Lobera, catedrático emérito de bioquímica y por tanto gran conocedor del enrevesado mecanismo de las hormonas, leyó con su profunda voz de bajo un relato titulado “Hipótesis” con muchas irlandesas a bordo.
La literatura supuestamente tiene mucho que ver con la emoción. Un buen libro no te debería dejar indemne. Lo que no sabía yo era lo emocionante que puede llegar a ser la presentación de un libro cuando se convierte en una máquina del tiempo capaz de convocar a una porción de tu biografía y esta se materializa en una concentración de personas y de cariño inesperado y altamente nutritivo.