Etimológicamente, poesía viene de hacer, y cualquiera que haga algo es ya poeta en algún sentido. De los hacedores de El Hombre Analógico llega Ubicuo alud de nívea luz divina, el mismísimo simio informatizado sale de su caverna encandilado por un tiempo difícil.
Si —Galeano dixit— somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, asumimos de nuevo la acción —poesía— como forma mundana y aun inevitable de combate. Pudo haberse llamado Esperanza fieramente, por ser la esperanza el último reducto, el motor inmóvil que hace hacer. Auténtico hilo conductor del poemario, pretende ser un pequeño catálogo de alguna de sus formas: la luminosa, la tozuda, la pírrica, la alucinada, la oscura…
Para los viejos griegos, la esperanza era un mal, una calamidad que condenaba a los humanos a sufrir por sus carencias. En el polo opuesto, los chinos tienen una maldición: “que se cumplan todos tus sueños”.
Puestos a elegir entre el anhelo o su contrario, y más en este tiempo incertísimo, he aquí una certeza: la esperanza, la esperanza del portento.
Etimológicamente, poesía viene de hacer, y cualquiera que haga algo es ya poeta en algún sentido. De los hacedores de El Hombre Analógico llega Ubicuo alud de nívea luz divina, el mismísimo simio informatizado sale de su caverna encandilado por un tiempo difícil.
Si —Galeano dixit— somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, asumimos de nuevo la acción —poesía— como forma mundana y aun inevitable de combate. Pudo haberse llamado Esperanza fieramente, por ser la esperanza el último reducto, el motor inmóvil que hace hacer. Auténtico hilo conductor del poemario, pretende ser un pequeño catálogo de alguna de sus formas: la luminosa, la tozuda, la pírrica, la alucinada, la oscura…
Para los viejos griegos, la esperanza era un mal, una calamidad que condenaba a los humanos a sufrir por sus carencias. En el polo opuesto, los chinos tienen una maldición: “que se cumplan todos tus sueños”.
Puestos a elegir entre el anhelo o su contrario, y más en este tiempo incertísimo, he aquí una certeza: la esperanza, la esperanza del portento.
Daniel Fuentes Casado. Templé los primeros rigores de la lectoescritura en las caligrafías Rubio, aunque aprendí a leer de corrido con los viajes de Simbad, el Marino. No es imposible que tanta aventura imprimiera un carácter culiinquieto que el tiempo no acaba de morigerar. Lloré a conciencia a la puerta del colegio todos los días de primero de parvulitos hasta la Semana Santa, y en segundo hasta Navidad. Es mi declaración de intenciones más honesta hasta el momento. Aunque nadie se molestó en explicármelo con estas palabras, la intuición infantil entendió prematura y sin error que la aprobación adulta pasaba por entenderse bien con los libros. Así que terminé por quererlos como a compañeros necesarios de armas. En lengua y literatura tuve los libros de Anaya de Lázaro Carreter. Honra, por cierto, a don Fernando.Antes de que los cánones sesgaran el gusto, recuerdo un asombro idéntico ante dinosaurios, hazañas de pioneros y santos, Verne, hechos de armas, los tebeos de Bruguera, la colección de El Barco de Vapor y las revistas del corazón que leía en casa de mis abuelos en una sillita de enea. Y ante los ciclos de Charlot y los Hnos. Marx que echaban en la 1 cuando era la única cadena; o ante la tele, así, en general, las tardes muertas, cuando los veranos de tres meses no solo eran posibles, sino habituales y la santa molicie solo se veía perturbada por los cuadernillos de vacaciones Santillana.De la molicie de aquellos lodos y de este año que empezó siendo de barbecho sabático y luego no lo fue, nace este poemario. Bienaventurados los que se aburren. Quien lo probó lo sabe.
Antes de trabajar 40 horas a la semana y de que Internet cambiara definitivamente la pauta de lectura y de casi todo, había tiempo para escribir. Ahora que ya no voy de maldito y me puedo permitir no ser ágrafo, quiero honrar aquellos años letraheridos de lectura febril y escritura compulsiva. El año pasado Nazarí sacó de la caverna a 'El Hombre Analógico', primera entrega de la saga. Este año celebramos los estertores de la pandemia con este canto a la Esperanza que pretende 'Ubicuo alud de nívea luz divina'. Su tesis equivale a una promesa o aun a una amenaza: la esperanza es una altísima forma de combate. El que avisa no es traductor. Leer más sobre Daniel Fuentes Casado
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