Alberto Cordero Contreras. Cuando Enola Gay del grupo británico OMD quemó los altavoces de mi casiotone color blanco, decidí impregnarme de la música bailada por mis progenitores en los guateques de antaño; de la movida madrileña, del Rock, del flamenco y de las coplas carnavalescas de mis hermanos o del Pop adolescente de mi hermana. El Jazz, el Soul o el Rap aparecieron más tarde al descubrir el ruido a pollo frito que hacía la aguja sobre el disco de vinilo.
Mientras crecía en una tierra de oro y sal (Punta Umbría), tocaba en el piano cualquier canción que escuchaba. Un don que ordené cuando el Conservatorio de Música me otorgó los conocimientos necesarios para entender que aquellas teclas eran en realidad notas musicales.
La MTV me reventó la cabeza una mañana de tantas en las que rebobinaba un casete con el boli BIC hasta que el CD me hipnotizó con su arcoíris particular. Con tanta música a mi alcance, acabé estudiando Magisterio de Música, profesión que ejerzo con pasión.
A pesar de escribir canciones, poemas o cualquier cosa que alivie mi espíritu; nunca he sido capaz de publicar nada. Ahora, a mis cuarenta primaveras, deseo que mi primera novela remueva tus entrañas igual que lo hace aquella canción que guardas en lo más profundo de tu corazón.
(+Info: www.alberto-cordero.es)